8.9.09



Juicio a represores


"NO TENEMOS ODIO”
En el marco del juicio oral y público iniciado el lunes 31 de agosto contra los represores de la última dictadura militar que actuaron en la ciudad, los querellantes Olga Moyano y Ramón Verón, ofrecieron sus testimonios a alumnos de Periodismo del ISET Nº 18. Una breve crónica por los relatos más conmovedores.



Olga es enfermera. Estuvo detenida desaparecida a la edad en que los jóvenes disfrutan de la primavera y de los noviazgos. Ramón también.
Se definen como “una generación de jóvenes que a los 14, 15 años de edad participamos en la organización del país”. Lo cuentan con orgullo, aún cuando detrás de esa militancia se escondan tantos horrores. A ambos los secuestraron aquellos que hoy, décadas después, comienzan a ser juzgados en jornadas que pasarán a la historia.
Se esfuerzan por contar lo vivido desde la mayor distancia posible. No sólo para no transmitir el pánico que los envolverá todos los días, sino por respeto a sus oyentes. Intentan crear una “construcción colectiva de la memoria”, y por ello aceptan recorrer lugares donde otros jóvenes puedan captar ese momento necesario e imprescindible de comunicar para generar el cambio.
“Ahora se trata de recorrer la memoria, de pensar no sólo en el asesinado sino en todas las vivencias con los que ya no están”, describe Olga lo que significa para ellos el hecho de testimoniar en las audiencias. “Las testimoniales implican revivir todo lo que dijiste y todo lo que te hicieron. Hay que buscar un equilibrio constante”, amplía Verón.
“Hoy las picanas eléctricas no las revivo como dolor, duelen más las ausencias”, enuncia este militante de la vida. Con el trasfondo de que por primera vez se hará justicia, es inevitable el recorrido doloroso, pese al intento denodado por ocultarlo. Se les nota en la mirada el vacío, la ausencia.

Contaron lo que hacían para sobrevivir. Cómo agudizaron el oído y el olfato cuando no podía ver nada a su alrededor. Esos relatos hoy tienen validez penal. Pese a no poder describir a la perfección caras, guardan en su interior detalles de los cuerpos torturadores que también deberán prestar testimonio. Datos que en otro momento no hubiesen sido contemplados, hoy cobran valor trascendental.
Consideran a los juicios como un derecho. Contrariamente a la famosa teoría de los dos demonios, que pone en pie de igualdad a terroristas estatales y militantes subversivos, ellos defienden la postura de que fue un avasallamiento a las libertades fundamentales. Terrorismo de estado y crímenes de lesa humanidad, ello es lo juzgado.
De todas formas, “falta juzgar a los patrones, gendarmes, policías, servicio penitenciario”, pero ven en este proceso un avance en los procesos de construcción de una sociedad más justa e igualitaria.
Vinieron a hablar desde el corazón y desde la experiencia, explicando que a su entender, “mataron para robar”. La desaparición de miles de trabajadores se produjo como maniobra de implementación de un modelo económico, apoyado y solventado por Estados Unidos, que “digitó y solventó cuántos golpes de estado podían haber en el país”.
“Mataban sin piedad”, cuentan pegadito al relato de que la mamá de uno de ellos les contó que en el Mundial ’78 salió a festejar al Monumento con su banderita celeste y blanca.
Mecanismos de defensa para no pensar el horror, para juntar fuerzas y seguir en la búsqueda. Parecieran querer defender el que una parte de la sociedad haya permanecido indiferente, “se hizo lo que se pudo”.
También hicieron referencia al papel de los medios en la época, que aceptaron las reglas del juego y cambiaron su discurso de defensa ciudadana por el de denuncia al enemigo montonero.
Los acompañaba un oficial vestido de civil que recibió elogios por parte de ambos. El programa de protección a los testigos es visto de una manera muy positiva, y lo defendieron dando a entender que a pesar de los abusos de autoridad a los que fueron sometidos, no todo uniforme implica castigo.
Antes de irse aceptaron someterse a preguntas de los estudiantes, respondiendo cada una de ellas con una claridad y una serenidad admirables. Recalcaron el momento histórico que significa que, “el poder judicial que es el que menos se renueva de todos los poderes” esté al frente de esta deuda.
Y se fueron con la idea de que aún hay tiempo para el compromiso, de que “desde el barrio debe salir el futuro”. Y nos dejaron un ejemplo a seguir. De coraje, de valentía, y fundamentalmente, de responsabilidad para que memoria, verdad y justicia sean los estandartes de esta lucha.

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