26.12.12

Pequeña crónica de un gran servicio

 -“Hola fantasma”. 
 -“Fantasmín ¿cómo andás?.
 Así se saludaron Sebastián y Lucas cuando se cruzaron en la esquina del Centro de Salud Santa Lucía. Casi como una paradójica premonición. Los fantasmas tienen la particularidad de asustar siendo invisibles. Igual que los vecinos del Barrio.
Y uno camina sus calles de tierra procurando no perderse entre diagonales, entre tanta pobreza que se siente y se respira. 
El barrio Santa Lucia es una urbanización reciente que se encuentra encerrado entre murallas de cemento. Las mismas que se erigen a la par del progreso económico señalan las complejidades de un capitalismo que no ha sabido, o no ha querido, albergar sin expulsar. 
 En el extremo oeste del Municipio de Rosario, entre grandes paredones que se levantaron para continuar las vías de acceso modernas a otras localidades, atravesado por las vías del ferrocarril Mitre y comunicado con el resto de la ciudad por la calle que circunda un puente de la Avenida 25 de Mayo, una sola posibilidad de acceder al Barrio. Y de salir de él. 
Una única línea de colectivo. Pocos autos. Muchos pies. 
“Les rogamos no encontrar natural lo que sucede comúnmente”, escribió alguna vez Bertolt Bretch. Ese mensaje es leído hoy por los profesionales que a diario se encuentran en la sala de reuniones del Centro de Salud. La mesa de madera, protagonista de innumerables historias que quedan atrapadas en hojas rayadas. Mate de por medio, el psicólogo discute con la asistente social sobre representaciones sociales y subjetividades. El médico da el parte al kinesiólogo, seguido por la pediatra preocupada por “la renguera que le quedó al hijo de la tía de Miqui que se cayó jugando con Mili”. 
Afuera, cuatro mujeres, madres con sus hijos y nietos. Los niños, cepillos en alto, aprenden a lavarse los dientes y contestan lo que el odontólogo pregunta: -“¿Cuáles son los alimentos que dan más caries? –“los caramelos, la coca…” se escucha al unísono dejando en el aire un camino de risas inocentes. 
“Entendemos la salud como la capacidad de lucha contra aquellas situaciones que limitan la vida y el disfrute”. Tal el significado que quienes tienen la ardua tarea de hacer Atención Primaria de la Salud le han dado a esta corta palabra. ¿Se puede luchar en medio de tantas limitaciones? ¿Es real la política de brindar atención primaria cuando las condiciones de vida enferman y matan? Interrogantes que no tendrán fácil ni rápida respuesta. Esas preguntas retóricas que tanta bronca despiertan. 
Muchas consultas con el kinesiólogo. Enfermedad de Perthes, o muerte celular del hueso de la cadera, repetida en varios niños. Tendinitis por bailar cumbia cruzada. Herido de bala con dificultades para caminar. Y un servicio de asistencia kinésica que va mucho más allá de esta labor profesional. 

Todos los lunes y miércoles, de 10 a 13, un grupo de alumnos de la Licenciatura en Kinesiología y Fisiatría del Instituto Universitario del Gran Rosario se encuentra con el Coordinador de las Prácticas en la puerta del Centro Comunitario “Aprender a vivir”. Abren los candados que inevitablemente tuvieron que colocarse porque la violencia es el modo en que se comunican muchos jóvenes en un intento por pertenecer a algo. Y abren con ellos nuevas posibilidades de sociabilización. 
“Me enseñan que el valor de la palabra compromiso vale” dirá orgulloso el Lic. Sebastián Sánchez, docente e instructor del IUGR. Conocido por los vecinos. Referente barrial. Dueño de un particular estilo con el que ha logrado ganar la confianza y el respeto de los lugareños. Allí se ha construido un dispositivo que además de recibir, va en busca. A su cargo, un grupo de ocho alumnos que realizan en este servicio una rotación durante 4 meses. Atienden alrededor de 15 pacientes en un espacio del que han sabido apropiarse adaptándolo a cada circunstancia. Camillas dividas por cortinas que funcionan como “boxes”. Una cocina multifuncional que se convierte en sala de rehabilitación. Un baño que siguen refaccionando. Y muchas ganas de habilitar nuevas posibilidades. 
Son jóvenes de entre 20 y 22 años, alguno un poco mayor, los que eligieron estos meses hacer sus primeras prácticas de la carrera en este lugar. Pamela tiene la picardía del cordobés y la alegría del cuartetero. Me cuenta que “pese a que nos pintaron un panorama horrible del lugar quería venir igual” porque intuía que acá iba a poder hacer. Y no se equivocó… Verla trabajar con Miqui, una nena que por esas malas jugadas de la vida sufrió complicaciones al momento de nacer y quedó totalmente paralizada, conmueve. A la vez que se ocupa de su cuerpo haciendo movimientos para que la rigidez muscular ceda, le habla, la mira, la mima. Porque a los niños hay que mimarlos. Aún siendo pacientes. 
Con ella Eliana y Brenda ayudan a sentar a Miqui, la llevan al patio a que “respire un poco de aire” y siguen el tratamiento. A sabiendas de que la enfermedad es irreversible, que ese cuerpito flaco y frágil no podrá moverse solo nunca y que sus labios no dirán Gracias, ellas entregan lo que aprendieron a lo largo de tres años de carrera. 
Con un nudo en la garganta y en un completo silencio, vuelvo con las alumnas al Centro donde nos esperan ya sin pacientes, con el almuerzo que entre todos compraron. Sigo siendo testigo de una manera de enseñanza-aprendizaje que me recuerda más a la serie Dr. House que a un claustro universitario. El profesor acerca una pizarra y en ella escribe, dibuja, las respuestas que los alumnos van dando. Síntomas. Diagnósticos. Tratamientos. Un recorrido por distintas asignaturas. Un intercambio de aprendizajes que en nada se parece a una lección y que marca un camino. Distinto. Colaborativo. Democrático. Comprometido. 
“La excelencia de una atención kinesica no está en que ‘’las evaluaciones finales’’ arrojen tal o cual dato, sino en que el paciente te diga: _che! yo quiero al kinesiólogo que me atendía antes”, dirá en algún momento el Licenciado Sánchez. A las 14 finaliza el “ateneo”. 
Dejamos el lugar con la sensación de que todavía queda mucho por hacer, pero que vamos por la buena senda. El siguiente sábado quedaron en volver a trabajar para seguir acondicionando el lugar. Con la Fundación Sí de Rosario trataron de dar una mano de pintura, fantaseando tal vez que con ello se pueda colorear un poco la gris realidad cotidiana. 



14.6.12

Vamos volviendo...

13 meses más tarde me re-encuentro con este espacio que armé para compartir con quienes quieran mi estado de gravidez...¡qué palabra más grave!...
Lo he abandonado porque no he aprendido a conjugar los tiempos, porque no me alcanzan las horas para hacer,a veces ni para ser bastan...
Tengo un montón de anécdotas cotidianas que se cuelan entre mis pensamientos y me alegran. Recordar el primer baño de Genaro, sus balbuceos inciales, la eterna sonrisa o sus gestos locuaces son el inventario que hace grande mi estadía...
Verlo en este instante con una presa de pollo en su manita, intentando coordinar los pasos con la difícil tarea de comer solito es una experiencia alucinante que no puedo seguir perdiéndome...
Así que por ahora les dejo, te dejo Marti en tu cumpleaños porque te extrañamos mucho mucho, este pequeño regalo...los primeros pasos firmes de Genaro...