31.7.11

Bailá, vení, volá...

    Me lo contaron ayer y dudé. ¿Quién podría creer que la capital mundial del tango sea Rosario? Si acá solo se escucha la nostalgia de la trova y se añora un  Fito menos politizado...
    Recuerdo que de niña solía mirar a mi padre. Ensimismado escuchaba al gran Troilo, y yo, pequeña, trataba de hilvanar esos sonidos con un incipiente movimiento de pies.
    Fue ese inquietante bandonéon el que me arrastró hacia lugares inimaginados. Si bien solía bailar todo tipo de danzas, había una en particular que despertó todos mis sentidos. Esa que se bailaba con los ojos, esa que te hablaba con los pies...
    Comenzar con las clases fue una liberación. Mi cuerpo adoptó matices extraños, formas increíbles dibujaban mis piernas junto a otras piernas que empezaban a guiar mis pasos. Me dejé llevar por la música, y entendí que el mal llamado dos por cuatro ya se había apoderado de mi ser.
    Un día levité. Mi compañero trataba de alcanzarme en vano. Ya no eran mis brazos los que lo sostenían. En su lugar un par de alas invisibles pero firmes me ayudaban a decidir. A partir de ese momento sería La mariposa del tango, y dejaría la ciudad con mi revolución a cuestas.
    Volé por el mundo danzando esa melodía arrabalera de conventillo suburbano. Caricia a caricia con eternos compañeros que se apasionaban conmigo. Piazzolla susurrándonos al oído que volvamos con nuestra mística. Y así, con las melodías acompañándome, cruzamos la orilla. Respirar el río se me hizo urgente. El tango es ese abrazo que necesitamos, recuerdo haber leído alguna vez. Y yo quise que tantos otros recibieran ese abrazo, que más hombres y mujeres aprendieran a comunicarse sin hablar, que se apasionen en las milongas...
    Como fiel reflejo de la sociedad, este mosaico sentimental que es el tango resultó un embrión renovador en esta ciudad cosmopolita e inquieta, que compite cabeza a cabeza con la gran urbe porteña. Cientos de jóvenes inquietos, ávidos de nuevas experiencias se acercaron a aprender otro lenguaje, pícaro, y ya no más prohibido.
    Con inmenso placer veo erigirse sitios tangueros que seguramente devorarán corazones rotos, y serán visitados por malevos y mireyas que se contarán historias, tejerán recuerdos, y embriagados de bandoneón aliviarán las penas propias y las ajenas.
    Parece que Rosario quiere empezar a ser todo tango. Se puede respirar en el aire húmedo, encontrar bajo baldosas rotas y recorrer por las calles empedradas de la bohemia Pichincha. Centenares de melancólicos se estremecen con ese tango que hace mal y sin embargo quiero...
"Es cosa linda y fiereza,
es cachetada y caricia,
tiene amargura y delicia,
tiene fealdad y belleza.
Es la infinita tristeza
que a ser malo me convida,
es la cárcel, la guarida,
mis versos y mi guitarra;
el tango es como una garra
que se ha clavao en mi vida"