25.4.14

Era en abril...

La fecha probable de parto se había fijado para el 17 de abril. Después de la primera experiencia en esto de parir, no me asombró que pasada esa fecha no tuviera ni noticias de una contracción.El día 18 pasó entre festejos de cumpleaños y visitas a la familia.   - ¿Alguna contracción? ¡Indira no vas a nacer hoy que le cagás el cumple a la tía eh! ,- le gritaba mi hermana a la enorme panza que después de 41 semanas de gestación tenía dimensiones extraordinarias.Y pasó el viernes, y el sábado, y también el domingo. Y la semana se hizo eterna porque ya sabía que otra vez tendría que internarme para inducir. 

Hacía calor. Me levanté temprano. Cambié a Genaro y fuimos al jardín. Mientras caminábamos le volví a repetir que ese día nacería su hermanita, que a la tarde se iría con su tía y otras cosas que ya no recuerdo bien...Quería que el momento fuese lo menos traumático posible para él a sabiendas de lo que sería inevitable.A las diez de la mañana me fui a caminar. Recorrí las calles sintiendo que me iba a hacer pis con cada paso. La gente miraba la panza desencajada y yo, meneando la cabeza, forzaba una sonrisa. 


El 25 de abril de 2013 ocurrió el primer eclipse lunar de ese año. Sólo 27 minutos duró pero trajo consigo tantos nacimientos que el Sanatorio estaba desbordado. Suerte para mí, para nosotras, porque al final no me indujeron y pudimos esperar a que el proceso se diera naturalmente...venía bien, en una habitación relajada, hablando de esas cosas que se hablan antes de parir y leyendo esas revistas que se leen en pre-parto o en la sala de espera del dentista.

A las cuatro tenía bronca porque la mujer que estaba a mi lado, que se había internado conmigo, ya estaba gritando y pujando. A las seis me bajaron a la sala. Me acuerdo de disfrutar las contracciones porque no dolían tanto. Me acuerdo de mi obstetra diciendo que iba a salir rapidísimo; de las tijeras rompiendo la bolsa; de la mano haciendo tacto y de su cara...esa cara que fruncía para un lado y para el otro sin decir diciendo...

   —Mmmm, dijo.   —¿Qué pasa?, pregunté.   —Que parece que está de cara.   —¿Y eso qué significa?   —Que si no se acomoda tendria que usar fórceps, dijo serio—. Dejame que te revise mi jefe, consultó. Sé que duele y molesta...No me importó. ¿Cuánto más indefensa podía estar en esa posición en la que solemos estar las mujeres pariendo?Vino el jefe. Metió mano. Dio vueltas. Movió los labios. Creo haber visto una sonrisa.    —A mí me pareció haberle tocado la oreja, le dijo mi obstetra.   —Efectivamente, está con la cara bien pegada, asintió— y es muy arriesgado. No me gustaron nada sus palabras...

Finalmente, a las seis y cuarto entré al quirófano. Me pusieron la anestesia, me ataron las manos, y trabajaron en la cesárea. Frío. Tenía mucho frío. No dejé de mirar el reloj hasta que Indira nació.




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